La carretera: cabriola metafórica de una encrucijada





Yonathan Michel Meza

The Road (2009). El último camino dirigida por Jhon Hillcoat.

En estos tiempos tan convulsos, llenos de ininterrumpidos sucesos, en los que unos tras otros, parecen venidos de una cadena de imprevistos, tanto las convulsiones sociales en el caso del Medio Oriente así como las reacciones naturales: el terremoto y tsunami de Japón y su consecuente crisis nuclear, avivan los miedos y temores de la población mundial, en unas culturas más que otras, pues, estos sucesos nos han mostrado la fortaleza de culturas como la japonesa para afrontar estas vicisitudes, un ejemplo de decisión y reafirmación ante la vida sin caer en el morbo ni explotando una condición de víctima.

En este contexto, el cine apocalíptico que explota mucho de la morbosidad ante la desgracia humana, se vende, y se vende muy bien, lo que indica que en la sociedad mundial se auto-cultiva en muchas de sus individualidades, en muchas de las conciencias, la visión apocalíptica, y peor todavía, el mercado negro del morbo, una especie de sadismo, de culto a lo pornográfico y a la aberración humana, que se hace patente en situaciones de abuso de poder. Una relación enfermiza en la que a través de una superioridad de fuerza física, muchos se valen de la coacción para que el más débil, ceda ante los criterios de verdad de los más poderosos o más grave aún, ante caprichos con el puro afán de vanidad, de ego henchido. Esa relación sólo es una búsqueda de placer, en la que el amor está ausente.

El amor, tiene un toque de ternura como sólo los progenitores comprometidos con sus vástagos pueden sentir, es la apreciación de la sutileza humana en su percepción pura, la mirada inocente y desprejuiciada de un niño. El adulto ante la responsabilidad de cuidar a sus hijos por distintas realidades de inseguridad tiene que desconfiar de otros humanos, pues no sabe quién se sienta a su lado.

El cine ha explotado la visión apocalíptica, distintas formas de abordar un posible fin de mundo, en el que priva lo espectacular y los grandes escenarios de destrucción arquitectónica.

La Carretera basada en el libro de Cormack Mc Carthy es una película distinta, pero no por ello deja de ser dura y reflexiva, se podría decir, que es una película post-apocalíptica. Se sitúa en un imaginario que plantea la realidad posterior a un posible fin de mundo.

La escena primera enfoca el verdor de la naturaleza, una luz tenue entre el ramaje y los vivos colores de las flores. Al instante, todo queda reducido a un recuerdo, a un sueño, y los sobrevivientes despiertan en una pesadilla. Un Hombre y un niño se encuentran en un ambiente hostil, no hay vida, los árboles están muriendo, no hay ni cuervos (zamuros). Los tendidos eléctricos, las calles y las casas, muestran la apariencia de haber pasado por un fenómeno devastador, algo aniquiló la vida, sólo quedan unos cuantos sobrevivientes, refugiados temerosos, arrastrando carritos de auto mercado con sus pocas pertenencias. El narrador, que es el padre del chico, protege a su hijo de la maldad que impera, el canibalismo es su peor temor, algunos se han unido a bandas que practican el canibalismo.

La película explora el dilema humano ante circunstancias sumamente difíciles. Hay un contraste marcado en el diálogo entre adulto y niño, entre una visión desconfiada y temerosa que busca proteger al niño y una visión inocente y noble, que trata de ver la bondad humana y por lo mismo no advierte el peligro, se trata de la indagación a extremo del dilema de padres e hijos ante la realidad. El tono se hace más crudo, cuando se observa, que hay una relación de incomprensión entre los recuerdos del padre con la madre del chico, que dice: “no quiero sólo sobrevivir” y se presume muere en medio de una noche llena de gritos.

Padre y niño van por la carretera, durmiendo en carros abandonados, en refugios improvisados y ante ese panorama desolador, todo parece un experimento antropológico. La película se plantea la hipótesis de un posible escenario post-apocalíptico, ahonda en los posibles comportamientos y explora los sentimientos. Es en gran medida, una mirada que se basa en las relaciones conflictivas, devenidas de la carencia material, lo que origina un escenario de incomprensión total. Una lucha de todos contra todos.

La carretera se convierte en una pirueta metafórica del camino. El enfoque cinematográfico sin dejar de recordar que es ficción pero al mismo tiempo resonando que ya en alguna medida, imperan realidades similares en el mundo, grupos con armas defendiendo e imponiendo una ideología (ceguera del pensamiento), redes de tráfico humano, esclavitud sexual, imposición de fuerza bruta para practicar hoy una especie de canibalismo, signada de forma evidente por una lucha por el control del poder, liberado de su necesario arbitrio ético.

El camino, el transporte, las decisiones, resistir, morir; todas ellas imágenes recurrentes, de un llamado de atención a la realidad en todos sus órdenes, desde la conciencia hasta el entorno, nuestra relación humana y nuestra relación con la naturaleza. Lo que nos da indicios para decir, que la película está hecha, a pesar de su manotazo duro en el rostro, desde una profunda sensibilidad, no busca conmover en un sentido lacrimógeno, invita a ver la violencia a la que están llegando las más diversas sociedades del orbe. Y ver, es la condición primera para salir de la negación de ver. Una negación que impide ser humano, como nos refleja las palabras del niño: “si me preocupo” y ante la pregunta del padre ¿Qué quieres que haga? “Ayudarle papá, sólo ayudarle”, a un hombre al que el padre por esa mezcla de deseo de seguridad y temor ha dejado desnudo, escena e imagen que muestra lo frágiles que somos como humanos y que sólo creemos subsanar dicha fragilidad en la búsqueda de placer sin conciencia y en privilegios extraídos de las más aviesas circunstancias de poder, olvidándonos de todo lo demás, aunque afuera, el mundo se esté cayendo a pedazos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

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Γνωρίζατε ότι ο ιδιοκτήτης αυτού του blog είναι ένα δράστη σεξ στο Πανεπιστήμιο της Οτάβα;

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